Del ramillete de nombres propios que explican la histórica remontada del Real Madrid frente al Partizan de Belgrado, hay uno que provoca una sonrisa especial en la afición blanca: Sergio Rodríguez. El base canario recuperó su magia, completó una noche excepcional y, después de una temporada con muchos claroscuros, reafirmó en el mejor día posible que todavía le queda carrete. El talento nunca se puso en duda.
Después de su brillante primera etapa en el Real Madrid (12 títulos en 6 temporadas), que cerró en 2016 para volver a probar suerte en la NBA, y de pasar con éxito por CSKA Moscú y Armani Milan, el Chacho volvió a la capital español el pasado verano. A sus 36 años, se sentía con fuerzas para cumplir una última misión con la camiseta blanca. Aunque quede lo más importante por delante, ya puede decir que lo ha conseguido.
«Chacho ha estado espectacular en ataque y sin cometer errores defensivos», celebró Chus Mateo nada más culminar la clasificación para la Final Four, feliz porque al fin había encontrado un líder en la posición de base, la que más quebraderos de cabeza le ha dado esta temporada mientras el posible retorno de Facundo Campazzo no se espera hasta el próximo verano.
Cuando más quemaba la pelota, cuando el Madrid perdía por 18 puntos en el tercer cuarto (41-59) y la Final Four se empezaba a ver como una quimera en las gradas del WiZink Center, emergió el desparpajo del Chacho para regalar unos minutos de ensueño a su equipo. No necesitó ni 20 minutos de juego para firmar 19 puntos (5/6 en tiros de dos, 3/5 en triples), 6 asistencias, 3 rebotes y 26 de valoración. De sus manos brotó el incontenible manantial que ahogó al Partizan. El mejor del partido sin discusión ninguna.
Doble celebración
Una vez que finalizó el partido y los jugadores blancos se fueron a vestuarios con unas sonrisas que nos les cabían en el rostro, la afición se quedó celebrándolo en las gradas y reclamó que sus ídolos volvieran a la cancha. Así lo hicieron, reunidos en un corrillo en el centro de la pista. Solo faltaba Rodríguez, despistado entre tanta alegría. Cuando se dio cuenta, salió del túnel y se pegó un sprint para llegar al grito con sus compañeros que celebró toda la hinchada. El Chachismo había vuelto.